En el londinense Chislehurst hay unas cuevas de caliza que fueron excavadas a mano durante más de 8.000 años con más de 32 kilómetros de pasadizos oscuros y misteriosos. Explotadas en busca de sílex y cal, las minas estuvieron abiertas justo hasta la década de 1830 y se han utilizado como de atracción turística e incluso como depósito de munición durante la I Guerra Mundial. La fascinante historia se dividió entre las épocas de los sajones, druidas y romanos.
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